miércoles, 15 de septiembre de 2010

El proposito de la educación J. Krishnamurti

No sé si alguna vez nos hemos preguntado qué significa la educación. Por qué vamos a la escuela, por qué aprendemos múltiples materias, por qué aprobamos exámenes y competimos unos con otros por lograr mejores calificaciones. ¿Qué sentido tiene toda esta llamada educación y qué es lo que implica? Es verdaderamente una pregunta muy importante, no sólo para los estudiantes sino también para los padres, para los maestros y para todos aquellos que aman esta tierra. ¿Por qué pasamos por el esfuerzo de recibir educación? ¿Es meramente con el fin de aprobar algunos exámenes y obtener un empleo? ¿O la educación tiene como función la de prepararnos, mientras somos jóvenes, para comprender el proceso total de la vida? Es necesario tener un trabajo y ganarse la propia subsistencia, ¿pero eso es todo? ¿Se nos educa solamente para eso? Por cierto que la vida no es tan sólo un empleo, una ocupación; la vida es algo extraordinariamente amplio y profundo, es un gran misterio, un reino inmenso en el que funcionamos como seres humanos. Si nos preparamos tan sólo para ganarnos la subsistencia, perderemos todo el sentido de la vida; y comprender la vida es mucho más importante que prepararnos meramente para los exámenes y volvernos muy diestros en matemática, física o lo que fuere. Por consiguiente, tanto si somos maestros como estudiantes, ¿no es fundamental que nos preguntemos por qué educamos o se nos educa? ¿Y qué significado tiene la vida? ¿No es la vida algo extraordinario? Los pájaros, las flores, los árboles vigorosos, los cielos, las estrellas, los ríos y los peces que contienen... todo esto es la vida. La vida es el pobre y el rico; es la constante batalla entre grupos, razas y naciones; la vida es meditación; la vida es lo que llamamos religión, y es también las sutiles, ocultas cosas de la mente ‑las envidias, las ambiciones, las pasiones, los temores, los logros y las ansiedades. Todo esto y mucho más es la vida. Pero nosotros generalmente nos preparamos para entender un pequeño rincón de ella. Aprobamos algunos exámenes, encontramos un empleo, nos casamos, tenemos hijos, y después nos volvemos más y más como maquinas. Seguimos temerosos, ansiosos, asustados de la vida. ¿Es, pues, propósito de la educación ayudarnos a comprender el proceso total de la vida, o sólo consiste en prepararnos para una vocación, para el mejor empleo que podamos obtener? ¿Qué va a ocurrir con todos nosotros cuando crezcamos para ser hombres y mujeres? ¿Alguna vez se han preguntado que van a hacer cuando crezcan? Con toda probabilidad se casarán y, antes de que sepan dónde se encuentran, serán madres y padres; y después estarán amarrados a un empleo, o a la cocina, y allí se Irán marchitando gradualmente. ¿Es esto todo lo que va a ser la vida de ustedes? ¿Se han formulado alguna vez esta pregunta? ¿No deberían formulársela? Si pertenecen a una familia rica, puede que ya tengan asegurada una posición muy buena, que el padre de ustedes les proporcione un empleo confortable, o que tengan un casamiento adinerado; pero van a declinar, a deteriorarse. ¿Entienden? Ciertamente, la educación no tiene sentido a menos que les ayude a comprender la vasta extensión de la vida con todas sus sutilezas, con sus dolores y sus alegrías, con su extraordinaria belleza. Podrán lograr títulos académicos, podrán tener una serie de siglas después del apellido y obtener un puesto muy bueno, pero ¿después qué? ¿Cuál es el sentido de todo esto si en el proceso la mente se embota, se fatiga, se vuelve estúpida? Por lo tanto, mientras son jóvenes, ¿no tendrían que aspirar a descubrir qué es la vida en su totalidad? ¿Y acaso no es el verdadero propósito de la educación cultivar en ustedes la inteligencia que tratará de hallar la respuesta a todos estos problemas? ¿Saben qué es la inteligencia? Es, sin duda, la capacidad de pensar libremente, sin miedo, sin fórmula alguna, de modo que puedan comenzar a descubrir por sí mismos aquello que es real, verdadero; pero si están atemorizados jamás serán inteligentes. Cualquier forma de ambición, espiritual o mundana, engendra ansiedad, temor; por lo tanto, la ambición no ayuda a producir una mente clara, sencilla, directa y, en consecuencia, inteligente. ¿Saben?, es realmente muy importante que, mientras son jóvenes, vivan en un ambiente donde no exista el temor. Casi todos nosotros, a medida que envejecemos, nos volvemos temerosos de vivir, de perder un empleo; temerosos de la tradición, de lo que pueda decir de nosotros el vecino, o nuestra esposa o marido, temerosos de la muerte. La mayoría de nosotros tiene miedo, en una forma u otra; y donde hay miedo no hay inteligencia. Y, ¿no es posible para todos nosotros, mientras somos jóvenes, estar en un ambiente donde no haya temor sino más bien una atmósfera de libertad, libertad no sólo para hacer lo que nos plazca, sino para comprender todo el proceso del vivir? La vida es realmente muy bella, no es la cosa fea en que la hemos convertido; y sólo podremos apreciar su riqueza, su profundidad, su extraordinaria belleza, cuando nos rebelemos contra todo ‑contra la religión organizada, contra la tradición, contra la presente sociedad corrupta- de modo que, como seres humanos, podamos descubrir por nosotros mismos lo que es verdadero. No imitar, sino descubrir, eso es la educación, ¿no es así? Es muy fácil ajustarse a lo que les dicen sus padres, sus maestros o la sociedad. Es una manera segura y cómoda de vivir; pero eso no es vivir, porque en eso hay temor, deterioro, muerte. Vivir es descubrir por uno mismo aquello que es verdadero, y uno puede hacer eso únicamente cuando hay libertad, cuando existe una constante revolución interna. Pero a ustedes no se les alienta para que hagan esto; nadie les dice que cuestionen, que descubran por sí mismos qué es Dios, porque si se rebelaran se volverían un peligro para todo lo que es falso. Sus padres y la sociedad desean que vivan seguros, y también ustedes desean vivir sin riesgo alguno. Vivir así significa generalmente vivir en la imitación y, por tanto, en el temor. Y el sentido de la educación es, ciertamente, el de ayudarnos a cada uno de nosotros a que vivamos libremente y sin temor. Y para crear una atmósfera en la que no exista el temor, se requiere de muchísima reflexión, tanto de parte de ustedes como del maestro, del educador. ¿Saben lo que esto significa, lo extraordinario que sería crear una atmósfera carente de temor? Y tenemos que crearla, porque vemos que el mundo está atrapado en guerras interminables; lo conducen los políticos, que siempre están en busca del poder; es un mundo de abogados, policías y soldados, un mundo de personas ambiciosas, hombres y mujeres, todas anhelando posición y luchando unas contra otras para conseguirla. Después están los que se titulan santos, los gurús religiosos con sus seguidores; también ellos desean poder, posición, prestigio, aquí o en la próxima vida. Es un mundo insensato, completamente confundido, donde el comunista lucha contra el capitalista, el socialista resiste a ambos, y cada cual está en contra de alguien, luchando para llegar a un sitio seguro, a una posición de poder o de bienestar material. El mundo está desgarrado por creencias en conflicto, por diferencias de clase o de casta, por nacionalidades separativas, por todas las formas de estupidez y crueldad -y éste es el mundo en que se los educa para que encajen en él. Se los estimula para que encajen en la estructura de esta sociedad desastrosa; sus padres desean que hagan eso, y también ustedes desean encajar en esta estructura. Ahora bien, el propósito de la educación, ¿es ayudarles meramente a que se ajusten al patrón de este corrupto orden social, o su función es la de darles libertad ‑completa libertad para crecer y crear una sociedad diferente, un mundo nuevo? Necesitamos tener esta libertad, no en el futuro sino ahora, o de lo contrario podemos ser todos destruidos. Tenemos que crear inmediatamente una atmósfera de libertad para que puedan ustedes vivir y descubrir por sí mismos aquello que es verdadero, para que lleguen a ser inteligentes y tengan la capacidad de enfrentarse al mundo y comprenderlo, no simplemente ajustarse a él; para que en lo interno, en lo psicológico, en lo profundo, se encuentren en constante estado de rebelión; porque son sólo los que se rebelan constantemente los que descubren lo verdadero, no el hombre que se amolda, que sigue alguna tradición. Sólo cuando uno está constantemente inquiriendo, observando, aprendiendo, encuentra a Dios, la verdad o el amor; y ustedes no pueden inquirir, observar, aprender, no pueden estar profundamente alertas si tienen miedo. No hay duda, entonces, de que el propósito de la educación es el de erradicar, tanto interna como externamente, este miedo que destruye el pensamiento humano, la relación humana y el amor.

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